Yo sé, siempre lo supe, que tú también me amaste:
lo gritaban tus ojos deslumbrados
por la luz que emanaba de mi cuerpo de niña
en su primer desnudo.
Tus labios se negaban a decirlo
y sin embargo,
"Amor, amor", musitaba tu boca
bebiéndome el aliento.
Tus caníbales dientes repetían:
"Amor"
mientras me devoraban.
Amabas mi inocencia sorprendida,
el temblor de mi carne de rosa encendida
que abriste dulcemente con tus labios,
y algunos brillos de mi inteligencia.
Cuando le puse el punto final a nuestra historia,
porque ya no era nuestra solamente
-había entre los dos una montaña
de ramas de canela como sexos
y el canto de mujeres todavía no amadas
que en las cercanías del sueño oyen los hombres-
sé que echabas de menos mi ternura.
Y que fuiste sincero cuantas veces pediste
que te abriera la puerta, llorando como un niño,
siempre que permitiera que salieras
a buscar el vellocino de oro cada noche.
(Del libro "Cuaderno del delirio").
viernes, 3 de junio de 2011
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antes de nada darte la enhorabuena por tu presentación que sé que fue estupenda (no me esperaba menos la verdad).
ResponderEliminartu poema que empieza tan dulce y arrebatador (incluso encendidísimo) me encanta porque acaba con un puñetazo sobre la mesa con un par y sin abrir la puerta. (mis disculpas por si me he pasado pero no sabía cómo decirlo de otra forma y es lo que pensé al leerlo, cuantos Indiana Jones habrá pululando en busca de vellocinos de esos, para nuestra alegría a veces acaban adorando una horrenda oveja tipo nanas)
Besicos muchos y como siempre leerte es ansiar abrazar tus libros con estos aperitivos que tanto seducen.
Más que gustarme, me deslumbra como la constelación de Aries en una noche de Argonautas.
ResponderEliminarBesos.
Pd. Siento no haber podido asistir a la presentación de tu libro.
Que maravilla querida Elvira, que belleza, y no lo digo tanto por decirlo, lo digo porque mientras te leía, quedaba deslumbrado con tus versos, es como si tocara el mito con los ojos.
ResponderEliminarSé que la presentación fue un éxito, como mereces, y no sabes que sana envidia siento por los que allí estuvieron y pudieron abrazarte.
Un abrazo desde la distancia, con todo mi afecto.
Leo
La elegancia de sus versos sólo es equiparable a la tristeza que desprenden. Es un honor poder leerlos :)
ResponderEliminarun abrazo (o dos)
Mi querida Elvira, qué delicia leerte. Recuerdo en la entrevista de Veoguada que te hizo Paloma, la explicación de este poemario. Y en estos versos concretos, prima el amor, porque tú eres la ternura personificada. Es una exquisitez a pesar, de los vellocinos de oro (que no son de oro)
ResponderEliminarEstuve contigo en ese aplauso largo y merecido como lo están ahora mis besos para ti.
Aún a riesgo de repetirme, una vez más, te digo que es un poema soberbio; que, como siempre, he vivido contigo. Además, en esta ocasión tus versos me llegan especialmente.
ResponderEliminarVolveré a disfrutar.
Un abrazo.
Como siempre, consigues emocionarme vivamente. Un intenso poema que nos lleva del amor al desamor, de la inocencia de quien se entrega totalmente a su primer (y único) amor, a la fuerza necesaria para cerrar una historia que produce dolor, sin cerrar la puerta a la compasión, pero con la entereza de una inmensa dignidad. Es un poema dolorosamente hermoso.
ResponderEliminarTuve la suerte y el privilegio de estar el la presentación de Laberinto Carnal, en el Ateneo. Todavía perdura la emoción de haberte escuchado y de haber sido testigo (y parte activa) del mayor aplauso que se ha dado en la docta casa... no podíamos parar de aplaudir, hasta que tú, con tu habitual modestia y tu perpetua sonrisa, nos pediste que pusiéramos fin a aquella imparable ovación. Gracias por todo, Elvira, por tu grandeza poética y por tu enorme dimensión humana. GRACIAS.
Qué gozada de poema. Es casi mágico descubrirte en los ojos esa ternura que sigues desprendiendo. Tienes muchos dones además del de la palabra; eres un imán para los que te rodeamos, desprendes un montón de energía positiva.
ResponderEliminarDe la presentación en el Ateneo,no me canso de decirlo, salí llena de ti y de tus letras.
Quiero agradecerte también tu generosidad y lo bien que te portaste con mis amigos; se marcharon tan llenos y deslumbrados como yo.
Te quiero, Elvira. Te quiero desde muy dentro.
Un beso, preciosa.
Te lo he dicho muchas veces, tu forma de sondear la profundidad de los sentimientos impresiona. Te enfrentas a la sorpresa de la inocencia para acabar con la lucidez de la renuncia y todo ello convocando unas imagenes que quitan el aliento y desgarran del amor que emanan. Un poema sobrecogedor.
ResponderEliminarYo (como el resto) sólo puedo sentir orgullo y admiración de tu grandeza.
Te quiero.
¡Qué impresionante manera de contar la vida! ¡Cuánto amor y cuánta dignidad en este poema estremecedor!
ResponderEliminar¡Cómo te admiro y cómo te envidio!
Se me pone la cara verde de envidia.
Enormes abrazos, poetaza.
Mi querida Elvira: yo no se si este poema debiera haberse llamado "4 mg. de Testosterona", pero que bien expresado eso de volver pudiendo salir cada noche a por el vellocino de oro.
ResponderEliminarLa verdad, así, entre tú y yo: resulta cansadísimo eso del vellocino.
Y resulta un placer maravilloso leerte.
Un beso admirado.
¡Ayyy, ese vellocino de oro..!, rara necesidad que calma el inseguro de uno mismo.
ResponderEliminarMe encanta leerte, maestra. Besos, besos.
No es un poema cualquiera, es un recorrido certero por la identidad de un sueño deseado, vivido y abortado.
ResponderEliminarLa expresión poética va mucho más allá de la descripción. Y en este poema es palpable. Según se lee, se van clavando los versos en una hilera que va del estómago a la garganta. Hasta que, al final, ésta se cierra y es inevitable volver a leer para asentar lo leído. Y volver otra vez para analizar por qué esta forma de expresarse mueve los cimientos. Y volver a leer para disfrutar de la belleza. Cuatro lecturas... mi comentario y mi promesa de volver alguna que otra vez a leerlo.
La ternura versus el vellocino, eterno dilema que solo una maga de las letras como tú, Elvira, es capaz de hacernos llegar hasta las entretelas de las emociones.
ResponderEliminarUn abrazo Á.