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domingo, 16 de octubre de 2011

SIN EL CUERPO

Cuando vuelves a casa de mañana,
sin el cuerpo
que dejaste olvidado en cualquier lecho,
descubro en tu mirada los códigos secretos
de otras pieles.
Traes la agenda completa de distintas salivas
en los labios,
tu lengua es un termómetro de magmas
de las rosadas grutas descubiertas,
que con su quemadura hicieron que olvidaras
el sabor de la pulpa de mis labios.

Mientras yo, cual bulto en la noche abandonado,
agonizo en el lino de una blanca camisa
sagrada por tu aroma,
tú vuelves a deshora, con frío, fatigado
de vaciarte en vasos como un vino
espumoso y fugaz, ciego por el hastío.
Siempre vuelves,
mas el amor no regresa contigo.

Únicamente eres la cadena
que me tiene cautiva junto a los otros cuerpos.

Elvira Daudet

miércoles, 5 de octubre de 2011

RATAS

"¡Alerta, ciudadanos!, una feroz camada
de hombres grises ha invadido la tierra.
Son hombres de ceniza, despiadados,
grises como el cemento, sin espina
dorsal que los sostenga de pie como a los hombres,
aplastan las estrellas como chinches,
y quieren apagarnos la luna y cosernos
los besos. Si los dejáis os beberán la sangre,
arrasarán los sueños, junto al vino
y el pan que os alimentan. ¡Despertad!
Vigilad noche y día a vuestros hijos,
antes de que os los roben
y les saquen su corazón de tórtola,
o el higado para hacerse un trasplante,
como el hombre del saco
de los terribles cuentos infantiles.
A veces les succionan el cerebro
y los devuelven del infierno huecos,
sin voluntad ni risa, como cascos vacíos.

Sin trabajo, sin hogar y sin patria,
ya ni el cielo ni el viento os pertenecen:
son de estos hombres de humo que envenenan
el aire con sus cuerpos podridos, donde anidan
los números abyectos, causa de la miseria,
mortal como la peste, que recorre la tierra.
Ratas que mondan la hermosa piel azul
con el ácido verde de su orina,
emborronando
el día de sucias serpentinas. Son los mismos
que queman las cosechas para subir los precios
y jugar en la bolsa con la hambruna.
Los que borran países de los mapas
con el pulgar enhiesto, y arrasan a los pueblos
de civilizaciones milenarias -ay, Grecia-
con las bombas de su codicia en llamas.
Hombres de gestos grises y próstatas zurcidas
con el hilo de oro del manto de la Virgen,
que viajan en vehículos blindados,
se esconden en altas madrigueras, protegidos
por mil canes feroces
y duermen en sendas cajas fuertes: tienen miedo.
Como estatuas de frágil escayola,
desde su pedestal parecen fuertes,
vivos, aunque sepamos que no tienen corazón.

Los podréis conocer: toda la peste
viste trajes de lana gris inglesa,
tiene grises y escasos los cabellos,
ojos de acero astutos, escondidos,
que congelan la luz de la mañana.
Utilizan palabras terminales
y su sueño voraz hiela la sangre:
quieren el Partenón, el Coliseo,
la Puerta de Alcalá; ser los dueños de Europa.
Nosotros les sobramos y van a devorarnos.

Elvira Daudet