OS AGRADEZCO VUESTRA VISITA Y POSIBLES COMENTARIOS.

SED BIENVENIDOS.

lunes, 30 de agosto de 2010

LA SOMBRA

Madre, detén tu pavorosa huida.

Esa reseca sombra que te sigue

pegada al mástl desvencijado de tus huesos;

esa mujer vencida, tatuada de borrones

y agujeros, a quien hostil espías

en las sombras de la afilada noche,

soy yo, madre, la niña de las trenzas

a la que tú vestías de comunión

aquella azul mañana de seda prodigiosa.



Luz de mi infancia antigua, soleada sonrisa

donde cabía toda la primavera, nido

virante donde el verbo cuajó y tomó carne:

pan, agua, amor, mamá. ¡Mírame, madre!,

soy tu niña. No me huyas ni me odies

por seguir tu camino y acumulaar

gusanos en el pelo en vez de mariposas.

Deténte, sentémonos a hablar como hace años,

en la ladera de esta atroz pendiente

por la que avanzas ciega, en desigual carrera

con la muerte en la que yo te sigo

dócilmente. Démonos una tregua

en el tiempo sin prisa que nos queda.



Déjame reposar en tu regazo,

altar mayor de la ternura huésped,

con tierno olor a hornada de pan blanco.

Torre carnal donde brotó

la fuente de la vida a la que me remonto,

dame refugio, aunque sea un instante,

en la ventana abierta de tus brazos

por los que vislumbré la luz primera.



Lo ves, madre, no han pasado los años.

Estamos tú yo solas en la sala,

tu coses y yo intento resolver un problema

(¿recuerdas qué torpe era

para las matemáticas?) A punto de caer,

la tarde está colgando de una rama,

y de súbito siento tu mirada.

Rescoldo enrojecido, pulpa del mismo fuego,

el sol brilla al oeste de tus ojos

en la más dulce puesta de sol que nunca he visto,

y me convoca a un futuro de mieles

que no alcanzo, de secreto y lejano.

Me miras y casi no me ves, me estás soñando.

¡¿Qué sueñas, madre, que te hace sonreír?



No me odies por no estar a la altura

de tu sueño. La vida, deberías saberlo,

no es el cuento de hadas que inventaste

para mí y que las dos acabamos creyendo.

Es la fiebre amarilla en la cometa

que no puede remontar el vuelo. Un naufragio

de estrellas, que el mar apaga y torna simples piedras.

Sólo soy piedra, madre, despojo del naufragio

vomitado a la playa, astro apagado y yerto.

Quiéreme como soy,

no añadas tu desdén a mis escombros.

Déjame andar contigo de la mano

el resto de camino que nos queda.

Rasga los hilos de tu infiel memoria

y reconóceme en mi amargura.

Mírame como aquella mañana de pájaros

y seda, de un Dios casi veraz en la armonia

de nuestro amor. Aventa las cenizas

y reaviva el rescoldo; aún tienes en las manos

el don de renacerme. Madre mía,

conjurémonos contra la muerte atroz.
 
(De "El don desapacible" cap. "Oficio de cenizas")

domingo, 22 de agosto de 2010

SIMPLEMENTE UN CUENTO

Me estoy quedando a solas con la muerte,

que recorre la casa mientras finjo que duermo.

A veces me contempla dulcemente,

como una madre al borde de mi cama,

y para no arrojarme de bruces en sus brazos

invento que alguien me necesita urgentemente.

Unas veces soy pan para el hambriento;

otras, sonrisa y algodón

para limpiar el pus de las heridas,

o simplemente un cuento

para dormir a un niño de la calle.

Y después soy un sueño, el vino y la guitarra,

para espantar el miedo del parado;

soy los ojos, la luz para los ciegos,

la esperanza para el desesperado,

una estrella en la noche más oscura

o nieve pura en medio del desierto.

Así engaño a la muerte y sigo viva.

(Del libro "Terrenal y marina")

miércoles, 11 de agosto de 2010

UN DÍA CUALQUIERA

El mar, la mar, me llama a la oficina

con sus cantos azules de sirena,

y su voz desordena el calendario

abreviando sueños y primaveras.

Por el azul nublado del invierno

se desatan abriles impacientes.

Los cerebros de las máquinas sabias

se tornan fantasiosos, y alocados

escriben poemillas de amor a Margarita.

Despiertan los teléfonos soñando

ser orquestas de métal. Obedientes,

a la señal del mar saltan los cables,

y las luces se apagan acentuando el caos.

El despacho se encoge, se arrugan las paredes,

y vuelan los informes del ministro

por la ventana abierta,

alegres como pájaros de la isla del pan,

mientras el pobre jefe de negociado grita.



Un día cualquiera, en medio del trabajo,

la voz del mar suena su caracola

y tiemblan los cimientos,

los cristales de todo el edificio,

y se me desordena la memoria.

Me olvido de los pagos

a Hacienda, el gas, la luz...

y quiero ser papel para escaparme.

(De "Terrenal y marina")