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jueves, 24 de marzo de 2011

NINGUNO

A Nessuno, mi amante de una noche
de lluvia, en la que fuimos dueños de Roma.

Ya no recuerdo si he amado alguna vez,
pero me gusta, a la deriva del crepúsculo,
jugar a enamorarme de ninguno.
Perseguir a ninguno por las calles,
rastreando su aroma de grappa en las hombreras,
hasta perderlo en brazos de la noche,
extenuada. Y volver a empezar
otro día cualquiera, siempre sin rumbo fijo.

Imaginarle rostros y sonrisas,
extravagancias y discursos raros.
Convertirlo en cosaco o ballenero,
y de lord transformarlo en vagabundo.
Besarme con ninguno por el Tiber,
y llena ya la boca de burbujas y néctar
hundirme en su alegría, y reír locamente
hasta romper los puentes, las vidrieras
y el silencio de piedra de San Pedro.

Caminar con ninguno entre las ruinas
espantando a los gatos y a los adormilados
policías que vigilan la noche,
mientras la ronca voz del viento silba
la Júpiter en las copas de plata
de los pinos romanos, y la lluvia
se sigue desangrando, desmayada.
De súbito, me gusta morir matando el día,
porque sí, y juego a enamorarme de ninguno
para burlar la soledad y poner
con ninguno los cuernos al vacío.

(Del libro El don desapacible)

martes, 15 de marzo de 2011

LEONOR

Niña de luto y de melancolía,
permaneces tercamente a la sombra.
Perdida en un rincón tu tierna imagen,
tranlúcida y sin ser, como la talla
de una virgen adquirida en la feria,
tras la recia figura del poeta,
sin apenas rozar el polvo sutilísimo
con las puntas de rosa de tus dedos.
Flor de nieve fijada a los cristales,
presa tras los barrotes de la lluvia,
te diluyes con la canción del agua.
Mientras bordas praderas soleadas
en tu diminuto bastidor de colegiala,
tus suspiros levantan jazmines en el aire
como frágiles torres perfumadas.
¡Ay!, pobre pajarillo de trinos silenciados
y anónimos gorjeos, elevado
de humilde eco a ser el propio canto.
Él te amo desesperadamente, contra el tiempo
que nunca os fue propicio,
espiando las flores de tu sangre
que la parca bordaba en su atroz lienzo;
asomado a las sombras de tus ojos,
bebiéndose tu muerte, ultimo trago.
¿Cómo no amar tu luz de aurora intacta,
tu perfección geométrica de nieve en la camelia,
tus suspiros de alas azuladas?
Él te amo, Leonor, y tú ¿le amabas?

(Del libro Terrenal y marina)

miércoles, 9 de marzo de 2011

¡OH MAR HERMAFRODITA!

¡Oh mar hermafrodita,
padre y madre del mundo!
Ombligo, centro exacto de todo lo creado,
que atesora la vida.
Mar viejo, acuchillado, lleno de labios rojos
que se desangran dulce, lentamente.
Obstinado, marea tras marea,
te lames las heridas,
te creas y recreas a ti mismo
de tu sustancia azul y tus fluidos,
esperma generoso, inagotable.
Y vuelves a nacer de tu útero de madre,
sin consumirte nunca ni acabarte.
Mar macho, pendenciero, de navaja de hielo
y tempestades,
cabalgado por monstruos submarinos
y doradas sirenas amazonas.
Suma de la belleza, mar dulce y maternal,
de redondas caderas
y vientre profundísimo de anémonas
preñado de innumerables frutos,
junto a su criatura, el mar recién nacido.
Mar abundante y libre, femenino,
que desafía al cielo con su cuerpo desnudo,
tendida al sol, sin miedo,
su hermosa piel azul,
desde un extremo al otro del planeta.

(Del libro Terrenal y marina)

miércoles, 2 de marzo de 2011

POEMA NÚM. 18

Estoy aquí, caída en la tierra y la hora de los hombres,
cuando se siente desolado a Dios,
sin un pájaro de esperanza en las manos.
Estoy aquí sintiendo mi vida piedra a piedra,
y la muerte como extraño bautismo de silencio.
Muerte, tierra definitiva, madre
que aguarda al hijo atenta.
Pobre hombre, pobre Dios, ¿en esta hora
quién juega con nosotros
y nos hace sentir cual nacidos extraños en tristeza?
Hay que inventar un río
o escuchar por sorpresa la risa de un niño forastero,
al que se inventa la mirada azul,
para pisar de nuevo nuestra tierra.

(De "El primer mensaje",1959)