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miércoles, 10 de noviembre de 2010

EL TRAJE DE OTRO

Si me vais a juzgar, tened en cuenta

que mi vida nunca fue cosa mía.

Este sutil tejido de arañas indolentes,

lleno de nudos, rotos y agujeros,

esta vida de harapos, que me cuelgan

y arrastro por la tierra como un traje

que no me pertenece, no la quiero,

aunque sea la única que tengo.

Siempre fue grande o chica, nunca fue de mi talla

ni la vida que me correspondía,

y adaptarme no pude a sus hechuras.



De niña, la vida que me dieron era enorme

para tan corto cuerpo; me quedaba muy grande.

Con la guerra perdida vine al mundo,

aún antes de nacer ya había perdido

y sólo por nacer ya fui culpable.

Sin ángel de la guarda, extraviado

en la enorme confusión o quizá en el exilio,

apenas vi la luz me hicieron presa

en un campo de miel y de naranjas.

¿Quién dijo que no pueden poner rejas al campo?

Rejas al campo aquel pusieron para mí. Lo sé

en las cicatrices aunque no en la memoria.



Luego fue el juego familiar de cárcel a penal,

en vez del de la oca,

en un ir y venir, ensoñecida,

y con el miedo de no reconocer

a mi preso entre los otros presos.

Después vino el hallazgo de aquel muerto

nacido en los trigales con los ojos abiertos

y sus flores de sangre por chaleco.

Malditos años tiernos de rejas, sangre y fuego.



Me desbordó la vida ya en la infancia,

y de joven mantuve la distancia con ella,

que me dotó de un cuerpo

que no correspondía a mi pobreza.

De nuevo me estafó con el señuelo del amor,

y otra vez presa y derrotada fui,

acunando la muerte entre mis brazos.

No merecí la vida que me dieron.

Tenedlo bien en cuenta

cuando mi caso llegue a vuestras manos.



Si me vais a juzgar por esta mueca de verdín

que devoró mi risa de muchacha,

llamad como testigos a los niños

que mueren sin haber conocido la sonrisa.

Pavoroso cortejo de espectros diminutos,

adornado de un enjambre insaciable

de moscas esmeraldas; cuerpecillos

donde se ensañan todas las miserias

y la muerte atesora sus larvas destructoras;

con el único oficio del dolor desmedido

que albergan como templos del dios cruel,

sensible a la belleza de los lirios

mas sin piedad hacia sus criaturas.



Si me vais a juzgar por las palabras,

ácidas verdades que me han quemado los labios

y corroído mis ojos y mi corazón

antes de que mis manos las gritaran,

llamad en mi defensa a los malditos:

presos, locos, gitanos y todos los que sufren

hambre y sed de justicia. Tal vez ellos,

tan desdichados, puedan perdonarme.


(Del libro "El don desapacible")

14 comentarios:

  1. Querida Elvira, tremendos versos, tremenda la guerra, la miseria... que desgraciadamente aún nos ronda y está tan cerca aunque se empeñen en tapar ,en esconder ,en hacer invisible lo que realmente es .... cada vez que me inundo en tu poesía más me asombro y es que coincidimos en formas de ver las cosas, nadie puede juzgar ni debe.

    pero últimamente parecemos bobos que nadie dice, nadie grita, nadie lucha

    un abrazo inmenso

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  2. ¿Quién podría juzgarte después de leerte, Elvira? Este es un poema desgarrador y visceralmente lacerante. Es una oda al dolor. Al dolor de tantos que nacieron y crecieron durante ese álgido y terrible período histórico. A tu dolor. A tus cicatrices. A la huella que en tu memoria y en el instinto de tu memoria, sobrevive hecha trazo ardiente y sal en la herida. Me consternó y me hizo admirarte aún más. Estás, por mi parte, absuelta. Un gran abrazo y todo mi respeto ante tu actitud, tu historia, tu vida.

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  3. Parafraseando el título de un poema del mismo libro: ¿quién dijo que la magia no existía?,
    mi querida Elvira, existe en tu poesía, en la belleza de tus versos, en tu profunda voz poética, y en ti. Eres increíble.

    El poema una auténtica joya para reflexionar.

    Tengo ganas de verte. Un beso.

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  4. Maga...
    pero si el ángel de la guarda es aquella POETA (no me gusta la palabra poetisa) que ha escrito estos versos.
    Corrales tiene toda la razón, es para reflexión.
    Mis besos para ti.

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  5. Cuando la vida no es cosa propia, porque la se da a los demás, cuando se alza la voz contra injusticias, cuando se sonríe por las cosas naturales y bellas de la vida, cuando se vive a plenitud sufriendo y desgarrándose la vida, viviendo cada momento como si fuese el último, parafraseando tus versos, cuando "se acuna la muerte entre los brazos": nada ni nadie nos puede y/o nos debe juzgar, porque antes tendrían que ponerse en el traje de los demás para saber lo que se ha vivido.
    Poema intenso y - como dice Pedro - lacerante, pero no deja de ser un placer y un lujo leerte.
    Un fuerte abrazo, querida Elvira.
    Con afecto.
    Leo

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  6. Querida Elvira, amiga y admirada poeta, terrible lo que cuentas en tu poema, tremenda tus circunstancias, durísimas tus decepciones, pero hermosísima tu vida, que nos hace llegar este ensueño de poesía, sólo al alcance de espíritus selectos, como lo es el tuyo. La vida la has forjado en un yunque, recibiendo los terribles golpes del infortunio, superando problema tras problema. Ahora, Elvira, no estás sola, nos tienes a larga distancia, pero nos tienes. Un fuerte abrazo.

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  7. Si tuviéramos el don de la justicia, tal vez nos veríamos obligados a juzgar. Doy gracias de no poseer ese don. Sin embargo, poseo el don del amor y del perdón. Poseo el don de reconocer a las personas por debajo de sus harapos, por debajo de su piel, por encima de su dolor. Suena poco humilde, pero cuando miro a los ojos y veo unos ojos como los tuyos, sé que nada ha sido en vano. Eres ese espejo en el que mirarse. Ese espejo que alberga la esperanza de que algun día se haga justicia.
    Un beso enoooooorme. Y un abrazo. Que tu cuerpo parece hecho para ser abrazado. O tal vez para abrazarse a él.

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  8. Aunque rezuma un inmenso dolor, el poema es de una inusual y profunda belleza. Aquellos que te juzguen que lo hagan sólo por tu exquisita poesía.



    Un fuerte abrazo.

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  9. Es un poema donde se recorre perfectamente toda una declaración de intenciones. Desde el inicio, con la infancia perdida, hasta el compartido sufrimiento de los más desfavorecidos.
    Muy buen poema, aunque no me dirás que no es triste, muy triste.

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  10. ¡Dios! ¡que pedazo de poema! disculpa mi rusticidad, pero es lo primero que expresé en la intimidad al leerlo. Es una maravilla la forma en que escribes como ensamblas sentimientos y sensaciones en tan bien escogidas palabras. Para los que andamos medio huerfanos de inspiración, leerte es abrevar en un manantial de creatividad y excelencia.

    PD: No he recibido tu envio aún y la ansiedad va en aumento, pero ten en cuenta que al menos de Argentina a España, tarda unos 15 días, esto lo se por algunos envios hecho a concursos de poesía, siempre sin ningún éxito, desde luego.

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  11. Mi querida Elvira, he tardado un par de días en ponerte un comentario porque necesitaba un momento de calma; porque este poema es mucho poema, porque no me canso de leerlo una y otra vez y exprimirlo y absorber todo su jugo. Una verdadera joya. Dices que No merecí la vida que me dieron. Eso no lo merece nadie pero a ti te ha servido para escribir estas maravillas y regalárnoslas.

    Una vez más me descubro ante tu poesía.

    Un abrazo

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  12. Perdona la expresión Elvira, pero ha sido una delicia leer esa desventura atroz.
    Besos

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  13. Los locos, los que sufren: son los únicos que saben perdonar. Recuerdo bien este poema que devoré en verano. Porque me preguntaba: ¿a qué pedir perdón, por qué, si todo vino impuesto? Hoy, más sereno, y tal vez algo, sólo un poco, más sabio, ya no me lo pregunto. Tal vez peque de ingenuo
    Bss

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  14. Tremenda poesia. Encantada de haber dado con su obra.

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