Una noche, de forma inesperada,
al regresar del cine, la vejez,
que acechaba mis pasos con paciencia,
salió de entre las lanzas del domingo,
vestida de crespón y perfumada
a ungüento de desdicha;
me miró frente a frente y me cortó la risa
lo mismo que una bala entre los ojos.
No sangré por la herida imaginaria
ni me desvanecí impresionada.
De hecho, no ocurrió nada
ni sentí dolor en parte alguna de mi cuerpo,
sólo fue una ráfaga, un soplo y un temblor,
pero al mirarme en un escaparate
vi que ya no era yo la que miraba
sino una desvaída y triste anciana.
Madrid, 18/5/2011
miércoles, 18 de mayo de 2011
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Querida Elvira,
ResponderEliminarYo aún no sé casi nada de poesía pero tus poemas siempre me impresionan, tu capacidad de vestir de seda la tristeza más irremediable como es el paso de la vida es única.
A veces me miro también en algún traicionero escaparate y no reconozco esa imagen extraña, quizás es que hay duendes malignos que distorsionan lo que realmente somos.
miles de besicos para ti y gracias por tu poesía
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarCreo que sea el día a día el que nos traiciona, nos engaña hasta que llega el soplo que con precisión quirúrgica nos cuentas, y nos hace temblar.
ResponderEliminarEres capaz de hacernos ver a través de las palabras, de hacernos vivir cada momento que llenas con tus versos.
Gracias por permitirnos leerte, querida Elvira.
Un abrazo enorme.
Leo
Qué mirada tan femenina y tan precisa Elvira.
ResponderEliminarNo veas como me identifico con lo que dices.
¡Qué putada la vejez!
Pero oiga Sra doña, que todavía no somos ancianas aunque una ráfaga, un soplo y un temblor ya hayamos sentido alguna vez que otra la mirarnos en un escaparate o en un espejo traicionero.
Genial como siempre. Un beso.
Quizá sea esto la poesía: capturar un instante, y dejarlo para siempre flotando en unos versos tan precisos y hermosos como estos... Y también un modo de exorcizar el miedo o el dolor...
ResponderEliminarSon vivencias únicas y, por tanto, incontestables, así que no seré yo quien te lleve la contraria.
Eso sí, queda bien prendido en el corazón el pellizco de melancolía y el asombro por la belleza.
No hay quien se fie de los escaparates, impenitentes trasnochadores, pasan el tiempo haciendo jugarretas. Mas sí sus bromas permiten que escribas tan hermosos versos, les perdonaremos la vida –ya tenía la piedra lista-pero ojo, que los vigilamos.
ResponderEliminarUn ramillete de abrazos.
Existen momentos así en cada vida, que de pronto caen como una losa, pero tal como lo cuentas en tus versos, pareciera que smplemente nos cubre un velo de tiempo acumulado. Es una preciosidad, querida Elvira, poema maravilloso éste que nos regalas.
ResponderEliminarBesos llenos de vida, siempre.
Pues fíjate mi querida Elvira que alguien que es capaz de mirarse en un espejo, en un reflejo de un instante y ver esa especie de desdicha que es a la vez ungüento no envejecerá jamás. Otra cuestión es que los pies de una nos acompañen allá donde quisiéramos estar. Hoy yo quisiera que mis pies me hubieran llevado a la Puerta del Sol de Madrid.
ResponderEliminarNo te olvido.
Carmen.
Me impresionas, de veras que me dejas sin aliento. No se puede contar con más claridad y sentimiento un momento que a todos, por suerte o desgracia, nos llegará.
ResponderEliminarDe cualquier manera, no olvides que el espejo solo cuenta lo que ve y no siente. Si pudiera ver a través de nuestra piel...
Un abrazo.
Según vamos cumpliendo años, cada uno en su medida, es el reflejo el que confirma la sospecha de que nosotros ya no somos como éramos.
ResponderEliminarSerá que sólo sabemos mirar por dentro y el paso de los años por fuera nos pilla por sorpresa siempre.
Precioso el poema, amiga.
Un abrazo enorme.
Sencillamente hermoso.
ResponderEliminarUn abrazo Á.
No importa el cascarón
ResponderEliminarque lo corroe el tiempo
importa lo que lleva dentro,
todo un soplo de vida
una perfumada belleza
que te sale al exterior
mi querida Elvira
en forma de maravillosos versos.
Un abrazo desde la misma mirada
al escaparate
Querida Elvira:
ResponderEliminarConmueve la crudeza tan honda de ese sentimiento vital que recogen tus palabras: soplo y temblor de este sublime poema que nos permite reconocernos.
Un abrazo de admiración y enhorabuena.
Las metáforas y la clarividencia de tus versos me hacen pensar en todo "lo que nos acecha con paciencia", ciertamente debe ser como tú lo cuentas en este dramático poema: llega sorpresivamente. Por eso, más que nunca carpe diem. De todas maneras no sería honesta si no dijera lo que tantas veces te he expresado: encuentro mucha belleza en la vejez.
ResponderEliminarBesazo.
Querida Elvira: me encanta comprobar lo creativa que estás.
ResponderEliminarO, lo que es lo mismo: la juventud que rebosas.
Así que reservaremos ese tiro entre los ojos para otra ocasión. Por ahora yo pienso vivir disfrutándote.
Un beso.
Hola, Elvira, es la primera vez que comento en tu blog, aunque te leo desde hace tiempo. Hoy me he animado a escribirte, en este magnífico poema, del que poco se puede añadir tras lo dicho tan estupendamente por tus comentaristas. Me quedo con lo que dice Charcos: ¡cómo vistes de seda la tristeza!
ResponderEliminarSolo quería decirte que me gustan mucho tus poemas, y ahora que ya he roto el hielo, me verás más por aquí.
Un beso.
eloy
Se me olvidaba, si no te importa, pongo un enlace de tu blog en el mío: lágrimas en la lluvia:
ResponderEliminarhttp://lagrimalluvia.blogspot.com/
Gracias
Bueno, bueno... querida amiga, la ancianidad es una cosa maravillosa. ¿No es verdad que un anciano vive con intensidad cada instante, y qué es la vida sino un instante? Espero que dentro de poco podamos vivir esa intensidad de cerca. Un abrazo ab imo pectore.
ResponderEliminarImpresionante y bello tu poema, hermosa dama.
ResponderEliminarComo dice Paloma, la vejez también es bella. O lo fingimos...
Te dejo un haiku al respecto:
Impertinente,
el espejo me observa:
Le doy la espalda.
Muchos besos.
Seguro que el espejo de aquella calle, en forma de escaparate, reflejó sonrisa y maestría. El resto, eso de las arrugas, es de tanta belleza; exterior e interior.
ResponderEliminarMaga, ¡qué poemas!
Un besazo enorme.
Te voy a decir una ordinariez porque es lo primero que me ha pedido este poema:
ResponderEliminar¡Qué gilipolleces dices algunas veces! ¿Anciana tú? ¿A quién reflejaba ese escaparate? A Elvira, a mi Elvira, no. Eso está claro.
Un besazo lleno de arrugas.
Hola Elvira... vaya poema...
ResponderEliminarHasta pronto. Besos.
La vejez es la estación más considerada del ser humano; todo va a consistir que al saltar los días, no tropecemos con la insatisfacción de haber perdido juventud, ya que también hemos ganado años, experiencias y vida. En ocasiones somos un tanto necios... que no vemos que la vejez es la templanza de tanto...
ResponderEliminarCada año que cumplo me asiento más a las alas de la felicidad, y bebo del vaso fresco en cada nuevo despertar.
Un beso y que sepas que eres una mujer muy bella. Pienso que esa belleza es parte del cúmulo que fuiste almacenando en la experiencia de esos bellos años. Cuando poses tu imagen el cualquier escaparate, procura besar el reflejo de tu faz y acaricia la arruga más reciente con la mejor mirada de aceptación.
Otro besiño más,
Rosa María
Hola, Elvira:
ResponderEliminarAsí es ella, nos llega de repente y nos sorprende la imagen reflejada en el espejo, pero nada importa mientras el corazón sea joven.
Gracias por visitarme,
Abrazos.
Impresionante poema, de perfecta factura, como todos los tuyos. Pero los escaparates mienten por la noche, tú nunca serás triste , ni desvaída, ni anciana, por mucho que la vejez se empeñe. Un enorme abrazo.
ResponderEliminarQuerida Elvira: Me alegrará verte personalmente en la presentación del libro en La Coruña. Ruego que una vez sepas la fecha me la hagas saber, dado que así preparo un poco temas de trabajo para poder ir ligera y sin agobios profesionales y personales.
ResponderEliminarUn abraciño,
Rosa María